Lo que empiezo a comprender es que el misterio está en cualquier pequeño detalle.
En este pueblo al menos. Cada vez que salgo a la calle sucede algo que me hace dudar de mi cordura. El otro día fueron las cabras imaginarias (¿no os he contado esa historia? ya tengo el motivo de mi siguiente post). Más tarde vino la premonición.
Y ahora la sandía.
A ver, pongámonos en situación. Última hora de la tarde. Cielo raso y azul. Caricias tibias y reconfortantes del sol poniente. Salgo a comprar varias cosas que me hacen falta y disfruto del paisaje humano. Me sorprendo con una sonrisa en la cara: la vida es sencilla y divertida entre estas calles. Los niños juegan sin preocupaciones. Grupos de hombres mayores caminan intercambiando opiniones en su dialecto incomprensible compuesto, prácticamente, por gritos y onomatopeyas. Las mujeres, sentadas al sol, cuchichean y gesticulan con rápidos movimientos. Saludo a algunas alumnas y entro a comprar en el supermercado.
Las calles de mi pueblo. En realidad debería decir LA CALLE, que lo recorre de principio a fin.
-Mira que sandía más hermosa, están saliendo muy buenas.-me dice la cajera.
Es mona y, para colmo, argentina. Así que a ver quién es capaz de resistirse. Yo no, desde luego, y como, vamos a reconocerlo, estaba tonteando con ella, caigo como un chino. Pago y me voy con una sonrisa de propina y una sandía que, probablemente, se me estropee antes de que termine de comérmela.
Llego a casa, coloco la compra y pongo la sandía en la encimera. Dos horas después me dispongo a cenarla. Y no puedo. Porque no está. La sandía ha desaparecido. Busco por toda la casa, achacándolo a un fallo de mi memoria, que es bastante mala. Busco incluso en lugares donde sería imposible, por no decir absurdo, que fuera a parar una sandía. Y al final me resigno a aceptar que ha desaparecido.
¿Cómo desaparece una sandía? Sería raro si no fuera porque sospecho que este pueblo es más de lo que parece. Un lugar con vida propia. El corazón mismo del misterio. Y para colmo, parece que le gustan las sandías.
Manolo Escobar perdió su carro, yo mi sandía.
Empiezo a pensar que lo que he perdido es la cabeza.
Maldito pueblo.
4 comentarios:
No sería que te fijaste tanto en los melones que se te olvido la sandía en el supermercado de la argentina.
Ha sío la vesina darriba, fijo...q se ta colao por er patinillo jajaja
Las dos cosas se me han pasado por la cabeza. La primera sería pa matarme. La segunda pa matar a mi vecina. Aunque personalmente prefiero la primer. Que miedo de vecina, ¿no?
Po zi, yo q tú saldría jiñando leches de ahí jajaja
Aunque creo que es más probable que tengas la chorla a las 3 de la tarde...
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